Tradicionalmente, muchas religiones han considerado que los ascetas que extremaban su ayuno se encontraban más cerca de la santidad o la iluminación. Además, el ayuno ha sido usado también como un recurso político para hacer oír la propia voz, y entre los abstinentes más famosos a lo largo de la historia encontramos a personajes tan dispares como Gandhi, Abraham Lincoln, Emily Dickinson, Mark Twain, Franz Kafka, Leon Trostsky o César Chávez. Y más recientemente, esta práctica se ha popularizado en extremo, pues la ciencia nos habla de que impulsa cambios metabólicos tales como una asombrosa renovación a nivel molecular o el fortalecimiento del sistema inmunitario. Sin descuidar ninguna de estas ricas facetas, John Oakes comparte con nosotros su amplísima investigación sobre este tema, a la par que nos narra la experiencia personal de su propio ayuno. Y es que con el ayuno está en juego algo más que la comida: es un acto de privación que señala, en definitiva, nuestra capacidad para tomar las riendas de la existencia, distanciarnos de nuestras rutinas y replantearnos nuestras formas de vida y consumo.