La violencia, que siempre implica al semejante, se justifica a sí misma para ocultar la pasión del odio que la moviliza. En nombre del amor al prójimo o del interés de la humanidad, ¿dónde se dirige el goce sádico en el vínculo social? Laá respuesta es horrorosa: manda al sacrificio en nombre de alguna posición fanática, lo cual es también una cuestión política. Política y ética son conceptos para nada absolutos, si responden a una ley simbólica que desnaturaliza al Bien como al Mal en su sentido radical.