En las escuelas se enseña en forma autoritaria y con una disciplina excesiva, que recurre con frecuencia a los castigos violentos. Los maestros se concentran en contenidos librescos, y no aprovechan la riqueza de la vida, de la naturaleza y la sociedad, que son un texto mucho más rico y seguro que el que pueda escribir ningún autor. Los eruditos cada vez más se entretienen haciendo comentarios más y más sutiles sobre temas menos y menos importantes, y la mayoría de los libros que se publican son libros sobre libros, comentarios de comentarios. Para dar aire de profundidad a estos trabajos, los sabios usan un lenguaje cada vez más alambicado, inventando nuevas jergas más o menos incomprensibles, que se extienden a todos los niveles de la sociedad y ocultan que lo que tienen en la cabeza es simple confusión. Incluso las mujeres, comenta Montaigne, aparentan erudición y usan términos novedosos en sus conversaciones, por sencillas que sean: hasta haciendo el amor hablan en sabio, como decía Juvenal.